Carta de una caso de cáncer publicada con permiso de la autora

    Hola Mariano

    Te he leído en el foro "Vivir la pérdida", he visto la página dedicada a tu esposa Dolors y me he emocionado leyéndola. Solo te escribo para agradecerte todo el amor y el mensaje positivo que desprenden tus aportaciones. Creo que tienes un don especial para comunicar y que estás ayudando a mucha gente. Seguro que tu Dolors está muy orgullosa de ti y te manda cada día toneladas de amor.

    Yo también perdí a mi marido, Víctor, por un cáncer linfático. En principio el diagnóstico fue un linfoma, que luego resultó ser una leucemia linfoblástica aguda. A nosotros también nos habían dado esperanzas de remisión (al principio hablaban de un porcentaje de entre un 50/60% de probabilidad –estaba "chupao"! ;-). Estuvimos buscando bajo las piedras a un donante de médula compatible que nunca salió. Yo le decía a mi marido, bromeando, que hasta para "eso" tenía que ser rematadamente complicado y especial. Finalmente los médicos optaron por el auto-trasplante, que nunca se pudo realizar, porque, tras una primera remisión, hubo complicaciones. En el periodo de aplasia, después de un bloque de quimio, se contagió de un hongo hospitalario que le afectó al pulmón. Hubo que extirparle parte del pulmón, en una operación a vida o muerte, ya que estaba sin defensas (por cierto, he leído tu comentario sobre este tema, en la web de Dolors y coincido plenamente contigo en la necesidad de establecer un protocolo hospitalario para aumentar las defensas del paciente, después de los bloques de quimio).

    El cirujano que le operó me confesó la noche anterior que, honradamente, tenía dudas muy serias acerca de la conveniencia de aquella operación, debido al estado en que se encontraba mi marido, pero que el equipo de hematología del Hospital le habían insistido muchísimo. Al final me acabó diciendo que, en realidad era aquello que decimos los catalanes de "o caixa o faixa", es decir, tenía muchas probabilidades de morir en la mesa de operaciones, pero si no se le operaba no tenía ninguna posibilidad de supervivencia. Se que conoces perfectamente toda la angustia que se vive en estas situaciones y se también que, como yo, en muchas ocasiones te hubiera gustado poderte "cambiar" por Dolors, poder, al menos compartir una parte de todas las perrerías que les hacían pasar, por las pruebas tan dolorosas… El próximo mes de junio hará cinco años que Víctor murió y todavía no logro quitarme de la cabeza el olor del hospital, así como la angustia esperando los resultados de las diversas pruebas. Para resumir te diré que, contra todo pronóstico, Víctor sobrevivió a aquella operación y se recuperó en un tiempo récord. Tenía tantas ganas de vivir… Decía que aún le quedaban muchas cosas que hacer "aquí", entre otras, cumplir su promesa de hacerme muy feliz, la que me había hecho el día de nuestra boda (en agosto hará 25 años) Uno de mis recuerdos más dolorosos se refieren a un día, especialmente duro en el que le ví llorar de impotencia, diciendo que no había derecho a que nuestros hijos se quedaran sin padre a una edad tan temprana (entonces los chicos tenían 16 y 10 años y la niña sólo 4).

    La cuestión es que, tras recuperarse de su operación de pulmón y después de un descanso de unos cuatro meses aprox., nos dieron la noticia de que entrábamos en el programa de autotrasplante de médula. Recuerdo que nos dieron unas inyecciones, que debía ponerse en casa, durante el fin de semana, para empezar ya con todo el protocolo al siguiente lunes. Víctor estaba exultante. Asustado, pero feliz. Después de casi dos años de lucha, de soportar todo tipo de complicaciones con la quimio, de desarrollar diabetes por la cortisona, de mil efectos colaterales que tú debes conocer, por desgracia, tan bien , de ingresos constantes, debido a nuevas complicaciones durante los periodos de aplasia, de horas y horas en las salas de urgencias, del pánico, con el alma en vilo, esperando una llamada, con los resultados de la última punción de médula que nos indicaba si había remisión o no… ¿Sabes? durante mucho tiempo desarrollé una especie de terror atávico a un instrumento tan aparentemente inofensivo como un termómetro. Las indicaciones, tras el alta después de un bloque de quimio, eran claras: "si hay fiebre, directo a urgencias" Me hubiera gustado ser bruja y poder hacer un conjuro para que el termómetro de casa no marcara nunca más de 37º, pero invariablemente siempre, solía haber fiebre, maldita sea !!! Ahora una neumonía (pasó 3 neumonías durante todo el tratamiento), ahora un shock séptico producido por una bacteria hospitalaria, etc, etc, etc…Durante todo ese tiempo, al menos en tres ocasiones me llamaron, en privado, al despacho del médico de guardia del hospital para decirme que probablemente mi marido no pasaría de aquella noche. Pero él podía con todo, luchó con uñas y dientes para vivir. No quería separase de mí y de nuestros hijos. Quería vivir!!! Pues bien, por fin! parecía que el camino se empezaba a allanar. Sabíamos que el autotrasplante no iba a ser un lecho de rosas, pero volvíamos a tener esperanza…

    De repente me asaltó una duda horrible. Cuando lo recuerdo todavía se me va la cabeza, ¿sabes? El caso es que, desde antes de la operación de pulmón a Víctor no le habían hecho ninguna extracción de médula, para asegurarse de que seguía en remisión ¿te lo puedes creer???!!! Me parecía tan obvio que los médicos debían tener esto controlado, que por un momento estuve a punto de sumarme, simplemente a la euforia de Víctor y no interferir en el tema. Resultaba casi tragicómico que alguien como yo, tan "de letras" tan analfabeta en cuestiones médico-científicas hubiera caído en este "pequeño detalle",que parecía pasárseles por alto a todo el equipo de hematología del Hospital????!!! La cuestión es que, a escondidas de mi marido, llamé al responsable del equipo de autotrasplantes y le expuse mi duda. Por su reacción supe, de inmediato, que la habían cagado. Me dijo que parásemos inmediatamente lo de las inyecciones que debía haberse puesto durante el fin de semana y que ya nos llamarían para darnos hora para la prueba de la extracción de médula. Mientras me hablaba creía que me moría y lo peor, ¿cómo se lo contaba a Víctor? ¿Cómo le decía que todas nuestras esperanzas volvían a desmoronarse? Fue ese el día que le ví llorar de impotencia, tal como te contaba un poco antes. Como imaginarás, la prueba no fue bien. Durante los cuatro meses de la operación y post-operatorio las células cancerígenas se habían reproducido a una velocidad vertiginosa. Evidentemente el autotrasplante ya no era factible. Intentaron un nuevo bloque de quimio de rescate, pero no funcionó, con el agravante de que se complicó con una nueva neumonía, que fue el desencadenante de su muerte. Hay una cuestión que me ha atormentado durante mucho tiempo y es qué hubiera pasado si hubiéramos apostado por la medicina alternativa, en lugar de pasar por el tubo con la medicina tradicional y el veneno de la quimio. De hecho, cuando ya estaba todo perdido lo intentamos con un homeópata y con una especie de "curandero" que le aplicaba una terapia llamada algo así como Biocibernética Holográfica Cuántica, pero ya era demasiado tarde. En cualquier caso Víctor creía en la medicina tradicional, por más que yo intentara llevarle a "mi terreno" y ahora creo que debería ser su momento, por más que me cueste aceptarlo todavía. Recuerdo que durante uno de los últimos ingresos de Víctor en el Hospital coincidí una noche con la esposa de uno de sus compañeros del Hospital de día. Recuerdo que, en su día, había sentido un poco de "envidia". Aquél señor no había tenido sufrido ninguna de las numerosas complicaciones que tuvo Víctor durante el tratamiento y había podido entrar en el programa de autotraspante. Eran un matrimonio mucho mayor que nosotros, con los hijos ya emancipados… Se que me sentí muy mala, pero por un momento tuve envidia y me enfadé mucho con Dios; le eché en cara que por qué pasaba de nosotros, que Víctor hacía mucha más falta que aquél señor, a quien aparentemente todo le salía tan bien. Aquella noche ese señor agonizaba. Su esposa me contó que el autotrasplante había sido un infierno y cuando yo le dije lo que nos había pasado me contestó "Da gracias a Dios por que tu marido no haya tenido que pasar por esto". Aquella noche quizá empecé a aceptar un poco aquello de que "los caminos del Señor son inescrutables".

    Víctor murió el 22 de junio de 2003 y creo que una parte de mí murió con él. Pasé mucho tiempo como en estado catatónico. No me importaba nada, salvo diluirme poco a poco, para dejar de sentir aquél dolor tan desgarrador, que incluso dolía físicamente. Hasta que un día, no me preguntes cómo, de repente reaccioné y me dí cuenta que tenía abandonados a mis hijos (suerte de mis padres, que se ocupaban de ellos como buenamente podían) porque yo estaba demasiado ocupada revolcándome en mi dolor. Recordé toda la lucha de Víctor y me dije que si yo no reaccionaba no habría servido de nada. Recordé también que mis hijos, nuestros hijos, eran una parte de él, una prueba de que nuestro amor era fuerte, indestructible e infinito. Me puse en marcha, busqué ayuda, encontré el foro "Vivir la pérdida" donde en aquella época empecé a escribir de forma casi compulsiva, para sacar todo aquello que me estaba ahogando y destruyendo, acudí a un centro de duelo, donde descubrí que yo no era el ombligo del mundo y que había muchas otras personas que pasaban por una situación parecida a la mía y en otros casos muchísimo más dura. Y sobretodo aprendí a dejarme querer por la gente que aún me quedaba, que estaban deseando demostrármelo, aunque yo se lo ponía muy difícil.

    Sé que Víctor está en un lugar infinitamente mejor, sé que era muy egoísta por mi parte intentar "negociar" con Dios y pedirle "por favor, no me lo quites. Por favor, aunque nunca más se pueda valer por sí mismo, aunque siempre dependa de mí, no me lo quites, yo le cuidaré. Por favor…" Sé que para él hubiera sido un infierno vivir de esa manera, él que era tan deportista, tan "mal enfermo", que siempre me reía de él por lo exagerado que era cuando pillaba una simple gripe – "Anda que si los hombres tuviéseis que parir…"-me burlaba a veces- Mi pobre amor, con el cuerpo devastado por el cáncer y la quimio, pero luchando como un campeón hasta el último momento. ¿Sabes? creo que nunca le he querido tanto ni le he encontrado más guapo que cuando estaba en los huesos, sin pelo y lleno de aftas. Es una imagen suya que durante mucho tiempo me torturó, pero que ahora puedo recordar sin hundirme, porque de alguna manera es como si me traspasara toda su fuerza, toda su valentía, contra viento y marea. Sé que ahora es él quien cuida de mí y de nuestros hijos. Sé que es feliz y que ahora ya tiene todas las respuestas a tantas cuestiones que a mí me siguen quitando el sueño. Lo sé, pero…. le sigo echando tanto de menos…sigue siendo tan difícil vivir sin su presencia física…

    Te agradezco de nuevo tus aportaciones, tan llenas de esperanza y te deseo que la fuerza de tu Dolors te siga acompañando. Ojalá tu mensaje "la muerte no existe" nos quede grabado muy hondo. Gracias.

    Un abrazo,

    Clara

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